
Por: Martha V. de Bardales.
“Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar”.
Proverbios 1:8-9.
I.-Dos
ejercicios de amor:
Dios nos concedió el don de dar a luz una nueva vida pero si esta gracia no fuera suficiente, además nos ha equipado con el don de laenseñanza. Ambos son ejercicios de amor.
La madre
no solo se destaca como el medio proveedor y protector de la nueva vida, su responsabilidad no se acaba en el alumbramiento después de los largos nueve meses de espera, su honor como madre deberá ganárselo con el esfuerzo y disciplina con que lleve a cabo la gran tarea de forjar carácter, valor y principios en esa pequeña vida.
Es
nuestra responsabilidad adornar la vida de nuestros hijos con el ejemplo y la instrucción que los acompañará por muchas generaciones.
”El
pecador puede hacer lo malo cien veces, y vivir muchos años; pero sé que le irá mejor a quien teme a Dios y le guarda reverencia. En cambio, a los malvados no les irá bien ni vivirán mucho tiempo, serán como una sombra, porque no temen a Dios” Ecle. 8:12-13
El hijo de Betsabé buscó con impaciencia a un
infiel derrotado por su pecado, pero una y otra vez encontraba todo lo contrario, en los primeros capítulos de este libro repetía con desgano que todo era vanidad, pues de nada valía ser respetuoso de la ley porque el fin de todo hombre era la muerte. Pero por fin en los últimos tres capítulos, su búsqueda novata terminó, y ya con una fe madura pudo afirmar que sólo los que temen a Dios florecerán.
Este es el encargo divino: Enseñar a los que diste
a luz el temor a Dios. Con el
mismo amor que concebiste y diste a luz a esa criatura, tu tarea recién se inició ese día, comenzaste a ser madre en el alumbramiento, pero el ejercicio de la enseñanza recién coronará tu título de Madre.
II.-Das a
luz y entregas la luz.
“Al que maldiga a su padre y a su madre, su lámpara se le apagará en la más densa oscuridad” Prov. 20:20 Si ahora comprendes que el don de dar a luz es tan importante como enseñar a vivir en la luz, presta atención al verso anterior.
Si
piensas que este pecado de maldición solo tiene que ver con una frase blasfema dirigida con ira, o con una actitud de condenación a los padres, estas equivocado. El
maldecir en este verso tiene que ver con la indiferencia, desgano e indolencia de no sustentar a los padres en su ancianidad. Esta
desidia es igual al pecado de maldición, es deshonrar al que te dio la vida. Cuando tú como hijo te vuelves contra aquella que te dio a luz, pues tú mismo te quedarás sin luz.
Vivir en
la más densa oscuridad es el castigo de los desagradecidos. El que deshonra a la que le dio a luz será maldito, la alegría de ellos se ennegrecerá, su prosperidad se extinguirá, su salud se consumirá, su visión se nublará, y aún la luz de la vida propia se ahogará.
La luz de
la Honra es una antorcha que pasa de generación a generación, es como una tea encendida que pasa de mano en mano, así corre la antorcha de la vida, si honras a Dios y honras a tus padres, tu generación prevalecerá en la luz que atesoraste con temor.
Pero el
hijo que maltrata a su madre se quedará sin descendencia porque si no sabe ser hijo no merece ser madre.
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